El taller... o el lugar para hacer arte empezó con más ganas que experiencia, de puro voluntarismo, con ganas de ayudarme para ayudar. Y fuimos de a poco haciendo. Con calma y sencillez, sin objetivos precisos, acomodándonos, apropiándonos de nuestra expresión.
Un día decidimos hacernos retratos entre nosotras, con la idea que si dibujamos un perro igualito al perro, tenemos dos perros, si dibujamos un perro como “se nos canta”, hacemos una obra de arte. Y así, entre risas de nervios, nos empezamos a mirar. A mirarnos mucho y mirarnos distinto. Empezamos a dibujar al que nos tocó en suerte. A una mas “desenvuelta”, (la llamaré Pepa), le tocó dibujar a la más “callada y gordita” (Esta última se llamará Luci).... “¿Y ahora como la dibujo a Luci sin ofender?” Seguramente pensaba Pepa mientras hacía contornos indecisos y con alguna irritación borroneaba. No se animaba a dibujar las redondeces que veía como feas. Me miraba, como diciendo “¿¿¿qué hago???”. A lo que yo contestab: “sólo dibujá lo que ves”.
Y pasó lo inesperado y esperado. De pronto como mágicamente construyeron un puente entre ellas. Salieron los dibujos, y salió la “obra”. Pepa respeto las formas redondas de Luci apreciándolas por primera vez y engalanándolas con estrellas amarillas alegres. En respuesta, el retrato que hizo Luci de Pepa era una cara rodeada de música. Con notas y colores lilas amables....
Y entonces las dos brillaron…
Y una vez más, entendí que el arte es la expresión del alma que desea ser escuchada.
Y nuevamente aprendí de ellas. ¡¡Qué privilegio!!
María Laura Pini